Por Rita Calvario, investigadora del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra
El 4 de septiembre, durante el X Congreso Internacional de Agroecología de Viseu (4-6 de septiembre), el proyecto SWIFT organizó una mesa redonda sobre «Mujeres, migraciones y soberanía alimentaria: Desafíos desde la Agroecología’.
Moderada por Rita Calvário, del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, la conversación reunió a diversas voces como Rima Rabeya, bangladeshí y antigua mediadora intercultural y trabajadora del sector agrícola en Odemira, enclave agrícola exportador del sur de Portugal; Mery Ann Garling, agricultora y trabajadora social chilena, asentada en Euskadi desde hace 17 años y fundadora del proyecto bicultural Pewma y miembro del sindicato campesino EHNE-Bizkaia; y Conchi Mogo Alonso, activista del Sindicato Labrego Galego-Comisións Labregas (SLG-CCLL) y miembro del Grupo de Trabajo de Migración y Trabajo Rural de la Coordinadora Europea Vía Campesina desde 2021, que compartieron sus historias y luchas en diferentes contextos agrícolas y rurales.
Tras introducir el tema de la mesa, donde destacó la doble/triple discriminación de las mujeres migrantes en la agricultura, tanto campesinas como jornaleras, debido al sexismo y el patriarcado, el racismo y la xenofobia, y todas las burocracias y dificultades para tener sus derechos de ciudadanía, Rita señaló que el modelo agroindustrial se basa cada vez más en una mano de obra precaria y vulnerable, migrante y feminizada. A partir de ahí, SWIFT propuso el tema de la mesa redonda, debatir la invisibilización y los retos a los que se enfrentan las mujeres migrantes en el sector agrícola y cómo la agroecología y la soberanía alimentaria pueden ser vías de justicia y resistencia.
En primer lugar, las participantes se presentaron. Rima contó su historia de migración y cómo no ha sido una elección, sino que se vio obligada a ello para poder vivir libremente su vida como mujer. En su experiencia en el sector agroalimentario ha sentido discriminación por ser mujer, «negra» y migrante, por no hablar portugués, y ha decidido luchar y ser activa, apoyando a muchas mujeres migrantes, para luchar contra las discriminaciones de género que sufren y por ser migrantes. Mery Ann contó que todas las migraciones son desplazamientos forzados, como en Chile debido al extractivismo del agronegocio y la violencia. Ella fue campesina antes y tuvo que ser campesina después de migrar porque cree que la soberanía alimentaria es parte de cambiar el mundo, a pesar de la precariedad de la vida en el campo. Para ella la agroecología y vivir de la agricultura es un compromiso político, por la defensa de la tierra y el territorio y el derecho de las personas a circular libremente. Su proyecto campesino se llama Pewma, que significa “sueño” en lengua Mapuche. Se unió a EHNE-Bizkaia para poner de manifiesto que las mujeres migrantes están invisibilizadas, como migrantes y como campesinas. Para ella, no hay soberanía alimentaria posible con la discriminación de la migración en el sector campesino, y sin luchar contra el patriarcado y el racismo. Conchi presentó el SLG y destacó la importancia de integrar a las personas migrantes y a las mujeres en las luchas campesinas, porque el agronegocio también está en los minifundios y en los territorios de agricultura familiar, como en Galicia, y este es un trabajo en el que Vía Campesina Europa lleva trabajando desde 2012 y SLG desde 2021.
A continuación, las participantes hablaron sobre las barreras a las que se enfrentan las mujeres migrantes en la agricultura y las zonas rurales y la importancia de crear espacios de mujeres, promover intercambios interculturales y construir alianzas entre diversos movimientos sociales.
Rima describió la situación y condición de las mujeres migrantes que trabajan en la agricultura en Odemira, la mayoría de ellas procedentes de India, Bangladesh y Nepal. Muchas mujeres emigran por diversas razones, entre ellas para ser independientes y escapar del sexismo en sus propios países. De países como India y Bangladesh, hay menos mujeres que emigran solas porque muchas carecen de autonomía y están controladas por la familia, e incluso no trabajan después de casarse, al menos con hombres a su lado. Esto crea dificultades específicas a las mujeres. Su principal barrera es el idioma y las mujeres no pueden comunicar problemas de salud ni denunciar situaciones de abuso sexual o violencia doméstica. Ellas carecen de información sobre derechos laborales. La vivienda es uno de los principales problemas, con hogares hacinados, y los intermediarios, a su vez, retienen los pasaportes durante un año para obligar a la gente a trabajar. Por otro lado, los campos carecen de condiciones higiénicas y son entornos muy masculinos, donde se producen abusos. Además, los salarios son muy bajos y a las mujeres les cuesta independizarse económicamente, sumando a que carecen de un espacio donde puedan hablar entre ellas, compartir sus experiencias, sus problemas y encontrar soluciones juntas.
Mery viene de un territorio donde la gente está en la tierra, no por sobre la tierra, destacando la importancia de los ancestros y sus conocimientos agroecológicos, y de luchar contra todos los ataques contra los pueblos originarios que están siendo expulsados y encarcelados, como el pueblo Mapuche. Las personas “migran con sus raíces” y por eso hay que tener en cuenta la diversidad cultural de las mujeres migrantes y realizar intercambios de conocimientos entre todxs los que viven en los territorios. Desde esta perspectiva, dirigió un estudio sobre las mujeres migrantes en la agricultura en EHNE-Bizkaia, identificando a 20 mujeres que participan en proyectos de suministro de alimentos en el campo. Las mujeres migrantes se enfrentan a muchas barreras porque son mujeres racializadas, desde todos los puntos de vista y esto cuenta a la hora de reivindicar los territorios como espacios donde viven y trabajan personas, no sólo banderas. Como campesinas y como migrantes, se enfrentan a numerosas barreras con las instituciones: no reciben financiación de los fondos europeos porque son campesinas, y se quedan también fuera de muchas ayudas por el hecho de ser migradas. Además, las mujeres campesinas se enfrentan a la invisibilidad en un espacio «agro» altamente masculinizado, por su triple trabajo – como madres, labores de cuidado, en el campo, todo ello incrementado cuando una mujer campesina es migrante. Sin embargo, afirma que las mujeres no creen en la victimización, se levantan desde su propia fuerza y luchan por el cambio.
Conchi habló del mundo «agro» en Galicia, donde hasta hace poco no había grandes empresas agroalimentarias. Durante muchos años se culpó a la estructura minifundista de la falta de desarrollo de la agricultura. Pero un estudio demuestra, entre otros estudios, que las pequeñas explotaciones son las que cuidan los territorios y alimentan a las poblaciones. Señala como el neoliberalismo es el culpable de que la pequeña agricultura ya no sea fuerte. Así, el SLG apoya a muchas pequeñas producciones, y hasta 2021 no había trabajado con colectivos de migrantes y hecho campaña contra las grandes empresas del agronegocio. En 2021 empezaron a notar que una empresa de frutos rojos de Huelva, que también está en Odemira, y en Marruecos y Kenya, controlando toda la cadena de suministro de frutos rojos, está alquilando tierras en Galicia, cada vez más, ya 86 hectáreas, en un territorio despoblado y con abundancia de agua. Se evidenciaron prácticas de acaparamiento de tierras y del malvivir de personas, especialmente de mujeres inmigrantes que trabajan en estas explotaciones, así como diversos problemas medioambientales en el territorio. Desde entonces, participan activamente en el Grupo de Trabajadores Rurales y Migrantes de Vía Campesina Europa. Conchi destacó la importancia de concienciar a la gente y construir alianzas, entre organizaciones campesinas, movimientos agroecológicos y de soberanía alimentaria, colectivos de migrantes, y con grupos feministas, ecologistas, organizaciones de trabajadores y el sector sanitario. Las organizaciones campesinas deben ser conscientes de que muchas de las personas que emigran y trabajan en el agronegocio son campesinado que ha sido expulsado de sus territorios: «tenemos que trabajar juntxs».
Al final, tras abrir el debate, las ponentes destacaron la diversidad de experiencias y perfiles de las mujeres migrantes e hicieron algunas observaciones finales. Rima contó que en Odemira, las mujeres no suelen emigrar solas, ya que mujeres, en su mayoría de India y Bangladesh, tienen poca autonomía y muchas sufren violencia sexista, teniendo así que romper muchas barreras. Estas barreras se suman a los problemas a los que se enfrentan relacionados con la sobreexplotación laboral, la precariedad laboral, el racismo y muchos más en sus vidas en la agricultura y en las aldeas rurales. Para ella, hablar de capitalismo, agroindustria, etc. se torna demasiado grande y su preocupación es la seguridad de las mujeres ante la violencia, el sexismo, el abuso laboral, la falta de participación de las mujeres, etc., y la necesidad de concienciar sobre los derechos de las mujeres porque “el mundo es imposible sin las mujeres”.
Conchi destacó que en Huelva, y en otras partes de España, las empresas hacen «contratos en origen» de 6 meses, contratando a madres para que hagan el trabajo y se vuelvan, mientras que Mery destacó las muchas mujeres inmigrantes indocumentadas de América Latina que trabajan en precario y no pueden denunciar abusos, y que la mayoría de estas mujeres abandonan sus territorios porque la industria agroalimentaria ha expulsado a la gente de sus territorios debido al extractivismo territorial.
Conchi y Mery también hablaron de cómo la PAC favorece a las grandes explotaciones en lugar de a las pequeñas, y no apoya el relevo generacional ni la agroecología. Conchi destacó, sobre la condicionalidad social que obliga a los derechos laborales en las explotaciones, a aplicar en 2024, que hasta ahora no se ha hecho nada. Además, la falta de apoyo al relevo generacional es un problema y “corremos el riesgo de que pronto falten productos sanos y agroecológicos”. Mery mencionó que es difícil convencer a los jóvenes para que vengan al campo, ya que la rentabilidad es baja, por lo que sólo se conseguirá mediante la concienciación ideológica y un cambio de vida, ya que no es atractivo en este modelo capitalista actual. Concluyó diciendo que la alianza de un modelo antipatriarcal y antirracista y las mujeres migrantes pueden aportar mucho conocimiento y a partir de ahí, reinventarnos.